y el alma se torna gris.
Al llegar, trae música lenta
y la primavera, fue ayer.
Llora el crepúsculo
humedeciendo los rayos con tenue color;
y tanto duerme la noche que...
el día..., se hace esperar.
No oíste llorar la tarde?
Ni entrar enanos a tu jardín?
Vienen despacio y se instalan
y aunque a veces se esconden
¡ya no se van!
Cada crepúsculo asoman,
melancólicos, con un violín.
Hasta que una noche de esas...
se acalla el sueño,
y el día,
Edith Schenone
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1 comentario:
Edith: la tarde vieja recoge aromas y se va. Los enanos llegan al crepùsculo para que la noche sea menos larga. Tu jardín, tus enanos, ejecutan su música para que vibre tu imaginación. Espera con ellos el día y no la nada. Buen poema, sentido, con incógnita.Te besa, Laura.
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